Mar 16 2006

El monopolio perfecto.

Published by at 3:17 pm under Vida

El monopolio perfecto

Denise Dresser

El monopolio perfecto

Durante d?cadas M?xico vivi? con lo que Mario Vargas Llosa llam? «la dictadura perfecta». Hoy vive con el monopolio perfecto. As? como el PRI neg? la existencia de un r?gimen que todo lo controlaba, Carlos Slim niega la existencia de un poder empresarial que aspira a hacerlo. Y lo va logrando, firma tras firma, consenso tras consenso, aplauso tras aplauso. El Acuerdo de Chapultepec como legitimaci?n de la claudicaci?n. Como permiso colectivo para empujar intereses individuales. El pacto que se presenta como un instru! mento para crecer, cuando lo que busca es mantener. El pacto que promociona el monopolio que el pa?s necesita.

Y como todo monopolista que quiere seguirlo siendo, Slim se ha posicionado bien. Se ha vendido bien. Hoy aparece como el billonario benevolente, como el tercer hombre m?s rico del mundo que s? -de veras- est? preocupado por la gente. El que convoca a un acuerdo nacional para demostrar que es as?. El que es recibido como jefe de Estado cuando viaja a lo largo del pa?s promovi?ndolo. Desplegando estado tras estado su conciencia social. Subrayando evento tras evento su compromiso nacional. Present?ndose foro tras foro como alguien que no es: un empresario que le apuesta a la competencia y los beneficios que entra?a. Erigi?ndose como alguien que quiere crear un terreno nivelado de juego, cuando lo que quiere es retener la posici?n dominante que tiene all?.

Tal como el PRI nunca admiti? el monopolio del poder que estableci?, Slim tambi?n lo niega. Tal como el PR! I siempre atribuy? la falta de democracia a la ineptitud de la oposici?n, Slim tambi?n lo hace. Los priistas de ayer y el monopolista de hoy se parecen. Uno monopolizaba el mercado electoral; otro monopoliza el mercado de las telecomunicaciones. El PRI pudo hacerlo durante 71 a?os gracias a la legislaci?n electoral; Slim puede hacerlo gracias a la debilidad regulatoria. El PRI pudo hacerlo porque dictaba las reglas del juego que los dem?s aceptaban; Slim ahora busca emularlo. Y los efectos para los habitantes del pa?s son los mismos: pocas opciones por las que se paga un precio demasiado alto. Poca competencia que produce grandes beneficios para los jugadores, y grandes perjuicios para los consumidores. La dictadura consensada ha sido reemplazada por el monopolio que tambi?n lo es.

Porque como lo subraya un art?culo reciente en The Wall Street Journal, «en la era moderna cuando las empresas necesitan servicios de telecomunicaciones de alta calidad y bajo precio para competir e! n el mercado global, M?xico ha pagado el precio del privilegio del Sr. Slim». El privilegio de controlar 94 por ciento de la telefon?a fija; el privilegio de controlar 80 por ciento de las l?neas m?viles; el privilegio de ofrecer servicios de telecomunicaciones entre los m?s caros de los pa?ses de la OECD; el privilegio de dejar a la competencia fuera de los servicios de banda ancha; el privilegio de contar con agencias reguladoras capturadas; el privilegio de litigar contra los competidores y mantenerlos maniatados; el privilegio de usar el predominio nacional para financiar la expansi?n nacional; el privilegio de lograr que Pedro Cerisola, secretario de Comunicaciones y Transportes, declare que «no hay un operador dominante en telecomunicaciones». El privilegio de monopolizar a modo.

Con costos innegables para el pa?s. Costos que produce cualquier «empresa dominante» -con m?s del 90 por ciento del mercado- en cualquier sector, en cualquier lugar y M?xico no es la excepc! i?n. Costos que Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Econom?a, ha se?alado. Costos que Guillermo Ortiz ha subrayado. La ca?da en la competitividad. El freno a la innovaci?n. El estancamiento estabilizador. El nudo estrangulador. El cuello de botella que Carlos Slim compr? y que el gobierno de M?xico le ha permitido mantener. La hipocres?a que entra?a no reconocerlo. La rendici?n que implica no combatirlo. La sujeci?n que sugiere no cuestionarlo.

A Slim se le aplaude demasiado y no se le escrutina lo suficiente. A Slim se le vitorea mucho y se le regula muy poco. Porque es rico. Porque es poderoso. Porque controla el 40 por ciento del mercado de la publicidad. Porque en M?xico esa combinaci?n tiende a producir la genuflexi?n. Y por eso la clase pol?tica se apresura a firmar el Acuerdo de Chapultepec sin mirar lo que hay detr?s de ?l. Y por eso los gobernadores se apresuran a apoyarlo sin examinar sus objetivos reales. La expansi?n consensada. La ampliaci?n concertada. El fortalecimiento de posiciones privilegiadas con permiso. El uso de un documento con miras nacionales para retener concesiones individuales. El «business plan» de Carlos Slim que el pa?s, por lo visto, est? dispuesto a financiar.

No es casualidad que uno de los objetivos del Acuerdo de Chapultepec sea el desarrollo de infraestructura, y que Carlos Slim haya creado la compa??a IDEAL. No es casualidad que haya armado un fondo de inversi?n, ni que haya identificado 109 megaobras, ni que su empresa se apreste a desarrollarlas. No es casualidad que esa visi?n coincida tanto con la que ha expuesto -una y otra vez- el puntero presidencial Andr?s Manuel L?pez Obrador. La inversi?n p?blica y privada en construcci?n como «detonador» del crecimiento. Como detonador del desarrollo. Como detonador de la nueva posici?n «dominante» del hombre que niega ser monop?lico, cuando de facto, lo es. Un paso m?s adelante de los dem?s. Posicion?ndose para predominar y obteniendo la anuencia s! ocial para hacerlo.

No sorprende el comportamiento de Carlos Slim. Siempre ha sabido proteger su territorio y ahora tan s?lo intenta ampliar su extensi?n. Siempre ha querido sin regulaci?n «neo-estatista» y la protecci?n a los consumidores que busca asegurar. Pero s? sorprende qui?nes lo dejan. Qui?nes lo avalan. Qui?nes apoyan su posici?n dominante como lo hicieron antes con la que ten?a el PRI. Qui?nes prefieren que un empresario no electo diga c?mo hay que administrar el pa?s, y le permiten servirse una buena tajada de ?l. Los gobernadores y los intelectuales y los diputados y los senadores y los l?deres sindicales. Todos los que aspiran a tomarse la foto al lado de un hombre que quiere «mejorar al pa?s» monopoliz?ndolo.


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